Empezamos con un buen aperitivo, cervezas heladas, queso, salami, arenque ahumado y por supuesto Martini. Como nos ha debido de ver cara de hambre, sin siquiera empezar a hacer la digestión, nos "obliga" Patxi a comer las salchichas al Ouzo, (cebolla, ouzo, salchichas y limón),que están divinas. Una vez más no nos ha faltado más que comer piedras.
Entre una tontería y otra se nos ocurre que qué mejor nombre para el barco que "Villaconejos de abajo" y no vale preguntar por qué de abajo.
Montamos las cañas y a pescar para la cena y mas vale que Patxi tiene la despensa bien surtida pues no solo no pican sino que el único que se anima es un Xabiron que le pica a Patxi en el dedo, haremos un gran sacrificio y cenaremos la tortilla de patata esa, que dicen que le sale tan divina.
Dhokos resulta ser una isla paradisíaca con un agua increíblemente transparente, una paz indescriptible y el canto de las chicharras de fondo que aunque parezca mentira resulta de lo mas relajante, a media tarde nos damos un paseo por la isla llena de olivos centenarios, capillicas, tortugas enormes, caballos salvajes y unas arañas gigantes que, la verdad, imponen un poco. Taco no quiere ir el último por que dice que el último siempre es el que primero muere.
El paseo es precioso y lo rematamos con una puesta de sol dentro del agua en un lugar de ensueño, imagen inolvidable, encima al montarnos en la zodiac Taco se encuentra 50 Euros en la orilla. La fortuna nos sonríe.
A los suecos los tenemos intrigados, a la ida nos preguntan que cuantos somos en el barco y a la vuelta que si el amigo "fidel" que hemos dejado al timón está "gonflado", no sé para qué preguntan si ya han visto como lo inflábamos a hostias; creo que no entienden que un amigo fiel es el que baldea y ordena el barco mientras uno se baña, y seguramente tampoco entienden la somanta de palos que le hemos dado esta tarde ni van a entender la que se acaba de ganar por inútil, por que no da un palo al agua, con la que tiene a mano, y por no haber pelado las patatas para la tortilla de la cena.
Mas baños y dolce far niente y a cenar; la tortilla de patata está de premio. ¡Qué buena!
En la oscuridad de la noche se nos acerca un vecino, en una barca de remos, desesperado por fumar, a cambio nos trae una botella de tinto crianza justo cuando estaba a punto de cundir el pánico por que, una vez más, habíamos calculado mal y ya no nos quedaba ni gota.
Le da Maite 5 cigarros, que le salen más caros que el salmón de Aragón, y se va mas contento que unas castañuelas. ¿Quien decía que el destino no existe?
Tenemos un cielo estrellado de una belleza indescriptible y la mar está tan en calma que se reflejan las estrellas como en un espejo; si añadimos el silencio del entorno y el mecerse del barco mientras el agua golpea rítmicamente el casco ¿habrá algo más parecido al paraíso que esto?
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